Los adultos jóvenes y de mediana edad representan una mayor proporción de muertes por COVID-19 en los países en desarrollo, incluyendo a América Latina, que en los países de altos ingresos. Esto no se debe a que las poblaciones de esos países sean más jóvenes. Gran parte de dicha diferencia se explica por las menores tasas de recuperación entre los adultos menores de 60 años, vinculadas a una alta prevalencia de afecciones preexistentes asociadas a complicaciones graves por COVID-19, y en algunos casos con limitado acceso a servicios de cuidados intensivos. Las tasas de contagio más altas en los países en desarrollo también parecen cumplir un rol, dado que factores correlacionados con una propagación del virus -incluido el hacinamiento residencial y la informalidad laboral- también se correlacionan con la mortalidad por COVID-19 de personas menores de 60 años.