Por qué los préstamos deben ser contingentes al ingreso
Mayo 28, 2013

El paro atrapa a los postgraduados que pidieron créditos universitarios

Decenas de estudiantes que debían devolver el préstamo en dos años no pueden porque no tienen trabajo

“En este Estado de excepción, pedimos una moratoria”

Muchos no tienen dinero ni para pesarse en la farmacia pero en este 2013 los 2.235 estudiantes de máster y doctorado que en el curso 2010-2011 pidieron al Ministerio de Educación un Préstamo Renta Universidad ICO tendrán que empezar a pagar unos 300 euros mensuales sí o sí. No importa si han encontrado trabajo, se comprometieron y ha llegado la hora. Con seis millones de parados ocupar un puesto es casi un milagro y eso que hace meses que renunciaron a uno acorde a su formación y buscan lo que sea: camarero, teleoperador, cajero de supermercado… Por eso hoy lanzan la Plataforma de Afectados por los Préstamos Universidad ICO que pretende llamar la atención sobre su desesperada situación.

El ministerio es consciente de la gravedad del problema y se compromete a estudiar una solución pero carece de datos de morosidad. “Hasta final de año no tendremos un seguimiento fiscal de impagos, pero hay gente que se está poniendo en contacto con nosotros”. Y señalan la complejidad que supone que existan tantos actores implicados: Educación, que adelantaba 100 millones de euros anuales para estos préstamos, el ICO, que los encauzaba, las entidades bancarias, que operan como intermediarios y los 2.235 deudores. Fuentes del ICO afirman que el instituto es un mero gestor y que actuará siguiendo las directrices que marque el ministerio.

Los afectados destacan que ellos quieren pagar sus créditos, pero en pleno “Estado de excepción” reclaman una moratoria hasta que la crisis amaine o que se les aplique las condiciones de préstamo de los años anteriores. Cuando este crédito nació en 2007, se estableció que los deudores comenzarían a devolverlo a partir del tercer año o cuando ganasen más de 22.000 euros al año —al estilo anglosajón— , sin intereses y en 15 años. Pasada esa fecha, si no habían conseguido pagarlo por bajos ingresos, se anulaba. El aval era el Estado.

En 2010-2011, las cláusulas se endurecieron: sería un crédito a empezar a pagar obligatoriamente pasados los dos años si se trataba de un máster de un año, (tres años si era de dos) y en un plazo de cuatro con un crédito máximo de 15.600 euros para los de un año, 28.000 los de dos. El pasado curso y por sorpresa el Gobierno popular clausuró estos préstamos universitarios.

Todos los entrevistados para este reportaje coinciden en lo mismo: “Nos dijeron que era fundamental formarse para encontrar trabajo y ahora estamos sin empleo y con una deuda a cuestas”. Las hermanas Celia e Irene Alonso no son gemelas pero como si lo fuesen. Tienen 28 y 27 años, son arquitectas técnicas y han cursado dos másteres: prevención en riesgos laborales con el título de las tres especialidades y de gestión integral en la edificación, también laureadas en las dos ramas. Su padre es pensionista, su madre regenta un bar que no vive su mejor momento en Las Cabezas de San Juan, una localidad cercana a Sevilla, y la familia tiene un crédito de 1.000 euros mensuales pues hipotecaron su casa para comprarse “un campito”. Así que los 600 euros de las hermanas Alonso son inasumibles para el clan. “Mi padre está muy preocupado de que nos metan en la lista de morosos y que el día de mañana no podamos pedir otro préstamo. Porque en el banco nos han metido miedo”, cuenta Celia. Para colmo de gastos, 1.400 euros más este año para convalidar el grado de Bolonia presentándose a tres asignaturas más.

En este tiempo solo han encontrado trabajo parcial como dependientas de una tienda de deportes por 350 euros. Lo han gastado en desplazarse de Las Cabezas a Sevilla para sus estudios. “El poco dinero que tenemos lo vamos a gastar en septiembre. Nos vamos a Manchester a probar suerte. Tenemos una amiga que trabaja allí en hostelería. La idea es mejorar el inglés y cuando lo dominemos buscar trabajo de lo nuestro”, prosigue Celia, que no pierde el optimismo.

Pocas letras puede asumir la bióloga Mamen Carrillo, que trabajaba dando cursos a desempleados hasta que llegó la crisis. Se fue a Cádiz a cursar un máster en acuicultura y pesca —“siempre quise trabajar en algo relacionado con el mar”— y solicitó el máximo para su manutención fuera. A falta de trabajo ha vuelto a Granada con sus padres y su única fuente de ingresos son los 550 euros que cobra durante estos tres meses de la campaña de la declaración de la renta. “Encima, según el plan de amortización tenía que pagar 300 euros y me están pasando 335. Llamo al banco y me dicen que ellos no saben nada. En mi casa solo entra el sueldo de mi padre y tengo una hermana estudiando”.

David Martín es el promotor de la plataforma que comenzó a gestarse el viernes pasado y cuenta ya con 100 interesados en las redes sociales.“Para algo me tenía que servir haber estudiado un máster en Comunicación”, bromea este periodista hiperactivo. Vive “de sofá en sofá” en casa de amigos. No tiene relación con su familia y se indigna cuando recuerda la contestación que le dio un funcionario del ICO cuando anunció que no podría costearlo: “Que te lo pague tu madre”. Fue técnico de sonido antes de la crisis, trabajó de becario tras el máster en una empresa de publicidad que quebró y desde entonces la nada. Ahora he encontrado un mini-job y está feliz: “Tres horas diarias en verano en el mantenimiento de un hotel”.

“Sabía lo que estaba firmando. No me engañaron ni nada de por el estilo. Simplemente me sorprende la poca flexibilidad que tiene actualmente el ICO, dadas las circunstancias actuales de 27% de paro y casi un 60% entre los jóvenes”, se lamenta David. “Al fin y al cabo se trata de un préstamo estudiantil. El Gobierno de entonces vendió muy bien el crédito, aunque luego por debajo de la mesa endurecieron sus condiciones”.

Como las Alonso, el periodista Pablo González, de 31 años, ha hecho las maletas y está en Alemania desde hace dos meses tras ser becario en la oficina de Al Jazeera en Madrid que cerró. Tiene un mini-job de 450 euros y con las generosas propinas y algo que le pasa su madre, técnica de laboratorio y viuda, sale adelante. Los bancos les proponen aceptar un trasvase a un crédito personal con un interés mayor y a Pablo no le convence: “Eso es un parche. ¡No sé qué va a ser de mí en dos años!”.

Otro periodista, al que llamaremos Antonio, a falta de trabajo tras estudiar un posgrado de televisión, ha aceptado una beca de la Universidad de Tel Aviv que le permite sobrevivir pero, ni en sueños, pagar la cuota. “En el banco me dicen: ‘Ni lo intentes pagar. No tienes un duro y no pueden meterte mano”.

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