El momento educacional en perspectiva
Octubre 7, 2012

ElMercurio251110.gif Mi columna de opinión publicada hoy domingo 7 de octubre en la página de Educación del diario El Mercurio.
El momento educacional en perspectiva
El actual Gobierno -seguramente no por diseño ni habiendo previsto hacerlo- ha convertido la educación en su prioridad. Y allí encuentra el principal espacio de desafíos, dificultades y conflictos.
José Joaquín Brunner, El Mercurio, Educación, 7 de octubre de 2012
La educación está hoy en el centro de nuestro horizonte. Ha sido el tópico más debatido durante los últimos 18 meses. Continuamente es uno de los tres temas de mayor preocupación en la población. Aparece como eje del presupuesto 2013 pues, según dijo el Presidente, ésta abre un mundo de oportunidades mientras su carencia puede condenar a una vida de frustraciones.
Los grupos dirigentes -conservadores y progresistas- coinciden en una retórica inflacionaria respecto del valor de la educación: motor de la igualdad y la movilidad, base del crecimiento y la competitividad, sostén del ciudadano y el consumidor, núcleo de la modernidad y la emancipación humanas. Por su lado, el 77% de los padres se declara satisfecho con el establecimiento educacional al que asisten sus hijos. Y las expectativas de los jóvenes son altísimas.
Según la OCDE, 70% de los estudiantes secundarios chilenos (67% entre hombres y 73% entre mujeres) espera desempeñarse en ocupaciones gerenciales, directivas y profesionales. ¿Se hallan a la altura de estas aspiraciones, ideales, expectativas y encendido discurso las políticas gubernamentales y el comportamiento de los principales actores del campo educacional?
Por lo pronto, se constata una enorme vitalidad en este campo, rasgo casi permanente a partir de 1990, ahora reforzado por una masiva participación de los jóvenes en el debate educativo nacional.
El actual Gobierno -seguramente no por diseño ni habiendo previsto hacerlo- ha convertido la educación en su prioridad. Y allí encuentra el principal espacio de desafíos, dificultades y conflictos.
Probó no tener un plan para enfrentar tal situación, pero sí voluntad para abordar problemas, darles un tratamiento institucional, profundizar los cambios e invertir un volumen creciente de recursos en su solución. Mantiene (correctamente) el foco de su política y del gasto en el sistema escolar; corrigió su inicial desatención al nivel de educación temprana y preescolar y avanza hacia una fase superior de fortalecimiento de nuestra educación superior mediante un incremento significativo y mejoramiento de los esquemas de becas y préstamos estudiantiles.
En cambio la oposición -del centro hacia la izquierda- muestra debilidad. Carente de convicciones y estrategia cedió el liderazgo al movimiento estudiantil. Actualmente atraviesa por una fase de indisimulada confusión ideológica. En particular la Concertación no fue capaz de reivindicar la consistente obra educacional de sus gobiernos, cuyas bases se mantienen incólumes. Tampoco pudo forjar acuerdos con el Gobierno y perdió la iniciativa en el plano de las ideas y propuestas.
El movimiento estudiantil ha jugado un papel importante, sin duda. Al elevar la presión dentro del sistema, movió sus fronteras y abrió nuevas posibilidades de reforma. Con todo, su incidencia en los cambios ha sido menguada debido al maximalismo de su programa, el carácter corporativo de sus reivindicaciones y la tendencia antisistema de sus dirigentes. Todo esto aísla al movimiento y lo transforma en un episodio testimonial: más bien expresivo que eficaz.
Por último nosotros, llamados expertos, y muchas de nuestras instituciones, no hemos actuado a la altura de este escenario. No estábamos preparados, parece ser, para un nuevo ciclo de cambios. Ni había avanzando lo suficiente nuestra comprensión de los sistemas mixtos de provisión educacional como para contribuir a su reforma, regulación, e innovación.
Volvimos a caer en gastados maniqueísmos: público y privado, central y descentralizado, estatal y mercantil, filantrópico y lucrativo, planeado y competitivo, elitista y masivo. La marea estudiantil rejuveneció el entusiasmo combativo de algunos, mas no sus ideas y capacidad reflexiva. Muchos tecnointelectuales volvieron a caer en la idolatría de la calle y la protesta, y en el temor a discrepar para no ser tildados como políticamente incorrectos.
Conclusión: los actores del campo educacional necesitamos recalibrar aspiraciones, ideales, expectativas y discursos para completar la actual fase de reformas y proyectar seriamente la siguiente.

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