Y sin embargo se mueve
Junio 17, 2012

Y sin embargo se mueve
JJ Brunner, La Tercera, Concepcion, 17 de junio de 2012
Nuestra discusión sobre educación superior es frustrante. Un oscuro pesimismo recorre los medios de comunicación y encuentra eco en la opinión pública. Por el contrario, el análisis y los discursos balanceados son descartados.
Eppur si muove. Hace unos días, el más reciente ranking de universidades pone a las instituciones chilenas a la cabeza de la región. Pero hay más: entre los países de similar desarrollo tenemos una de las tasas superiores de participación de jóvenes en la educación terciaria, la mayor inversión en este nivel educativo como porcentaje del PIB, uno de los sistemas con más amplia representación de los tres quintiles de menores ingresos, y una de las mejores cifras de generación de capital humano avanzado. Todo esto con un gasto por estudiante inferior a la mitad del gasto promedio de la OCDE.
¿Cómo entender entonces esa contradicción?
Más allá de fenómenos de psicología social y opinión de masas, uno de los factores incidentes son las comparaciones internacionales mal entendidas. Por ejemplo, se ha difundido   la idea que nuestro sistema sería extraordinariamente ineficiente porque los estudiantes demoran un tiempo superior para graduares al de sus pares en la zona OCDE. Sin embargo, tal comparación no es válida, pues la organización curricular en dicha zona es diferente a la chilena. Allá el primer grado académico se concede después de  tres o cuatro años; aquí, no antes de cinco o seis. Si no se incluye esta diferencia en la ecuación, cualquiera comparación resultará necesariamente negativa para Chile. Lo que correspondería es comparar programas de igual duración (nominal) y luego contrastar el porcentaje de estudiantes que se gradúa oportunamente, el de quienes lo logran con atraso y el de quienes abandonan antes de completar los estudios.  En caso de procederse así, la eficiencia comparativa de la graduación chilena no saldría mal parada. Incluso, a nivel agregado puede observarse que nuestra tasa de graduación terciaria viene mejorando ostensiblemente –es de 7,2 graduados por mil habitantes el año 2010– similar o mejor a la de buena parte de los países de la OCDE.
No cabe duda que el sistema chileno adolece de fallas y enfrenta desafíos de magnitud, como vemos estos días . Pero tiene una gran vitalidad (no exenta de desorden a veces) y, mirado en perspectiva, está desarrollándose al mejor nivel de América Latina. Puede no ser todo lo que deseamos, mas está lejos de ser un sistema para desarmar y desechar.

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