El caso de Quinta Normal: Cuando un alumno amenaza a todo su colegio
Abril 25, 2022

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La primera alarma en la comunidad del Liceo Industrial Benjamín Franklin de Quinta Normal se encendió en la mañana del domingo 27 de marzo. A través de redes sociales, entre apoderados y profesores, se esparcía un video subido a YouTube el sábado.

”Tomaremos venganza. Eliminaremos sala por sala, no importa quién. Somos muchos. No intenten salvarse, menos correr. Tus pies no se salvarán a un ametrallamiento. Seremos gentiles, no sentirán dolor. No tengan miedo: solo queremos divertirnos”, amenazaba una voz artificial, con una estética inspirada en el movimiento ciberactivista y hacker Anonymous: fondo negro y la máscara distintiva de Guy Fawkes. La voz, que se quejaba contra “los flaites” y el bullying, anunciaba una “masacre escolar” para el lunes 4 de abril.

Cuando la amenaza se volvió viral, el pánico se esparció en el liceo: se suspendieron las clases del 28 de marzo al 6 de abril. Ese día, hubo un constante resguardo policial en el establecimiento. Sólo el 57% del alumnado asistió a esa jornada.

Mientras los días pasaban, los profesores seguían sin entender el video. La directora del liceo, Angélica Olivares, declaró ante la PDI que no tenía sospechas de personas en particular, pero sí que debía ser alguien de fuera de la comunidad.

”Solo podría hacer mención que, por la forma de expresarse, debería ser una persona ajena al liceo, mayor de edad”, se lee en el expediente. Olivares asumió que en el colegio “últimamente han existido problemas entre alumnos, en donde se amenazan con golpearse. Llegando incluso en una oportunidad a ingresar una apoderada al establecimiento”.

A Cristián Rodríguez, el jefe técnico, tampoco le calzaba lo denunciado con la conducta que veía en sus estudiantes: “Decía ‘me han hecho bullying’. Y yo decía, llevamos dos años con clases online, con muy poco tiempo de clases presenciales. ¿A qué se refiere este niño, si no hemos estado ni siquiera en clases? No había ninguna razón lógica para que pasara eso”.

Tatiana Gutiérrez, la coordinadora técnica, reparó en otra cosa. En el segmento del video donde la voz decía: “Yo ya estaré a gusto después de haberlos matado a todos y escuchar sus gritos de mierda, flaites llorando y pendejos sangrando. No hay nada más divertido que eso, ¿verdad?”.

”Me llamó mucho la atención esta marcada tendencia de agresividad hacia un segmento de los estudiantes que están denominados en el video como “los flaites”. En particular ‘los pendejos, los que no hacen caso a la mamá’”, constata Gutiérrez.

Paralelamente, la PDI, a pedido del fiscal Marcelo Cabrera, de la Fiscalía Centro Norte, avanzaba en las pericias necesarias para llegar al autor de las amenazas. Consiguieron la dirección IP y el nombre de quién había subido el video a Google. A partir de eso rastrearon correos electrónicos asociados a esa cuenta y pudieron llegar a un perfil de Instagram que estaba vinculado a la misma IP de la cuenta de YouTube que había subido el video. En esa red social, días atrás, esa cuenta subió una historia con este mensaje:

”Jajaja. ¿Quieren mis argumentos? Pues ok. Mis argumentos son los siguientes: no seguiré aguantando temas de bullying, no seguiré aguantando a los típicos “flaites” que según ellos tienen armas, pero ¿a qué costo?”.

No mucho después la PDI llegó a un nombre. El 4 de abril tomaron contacto con la directora Olivares y confirmaron el escenario que parecía inimaginable: la identidad pertenecía a un alumno de 18 años de un cuarto medio del Benjamín Franklin, domiciliado en Renca, que no tenía antecedentes penales. Desde ese día, y hasta hoy, Olivares es la única persona del liceo que conoce esa información. Nadie de la comunidad escolar supo. Ni siquiera después de que ese estudiante, Renato (no es su nombre real), fuera detenido en su casa el 13 de abril, acusado del delito de amenazas.

En ese procedimiento la PDI dio con los dos celulares vinculados a la cuenta de YouTube. Al periciarlos encontraron un grupo de Whatsapp llamado “Los desgraciaos”, que tenía como foto principal la misma imagen de Anonymous usada en el video. En el chat hallaron una serie de fotografías de armas y conversaciones acerca de calibres y munición.

Ya en dependencias de la PDI, Renato prestó declaración. Admitió los hechos. Señaló que es alumno del colegio desde el 2018. Que bajó un video de Anonymous de YouTube y lo editó. Lo hizo todo con aplicaciones gratuitas. El video se los envió directamente a través de Instagram “a los alumnos que considero más problemáticos del colegio”.

El motivo de hacer el video, explicó al testificar, fue “por la gran cantidad de peleas y amenazas que se producen en el liceo por parte de alumnos problemáticos, y que desde mi punto de vista no se les da solución”.

Renato no se quedó ahí: “He visto cómo estos alumnos problemáticos portan cuchillos y manoplas en el liceo, y consideré esta la única forma para defender a los alumnos que solo quieren estudiar”.

”Nunca fue mi intención que produjera tantos problemas”, extiende en un pasaje. En otro, fue más allá: “Mi intención fue, de alguna forma, intimidar a los alumnos problemáticos del colegio, y en ningún caso generar suspensión de clases ni temor dentro de los alumnos y apoderados”.

Al finalizar dijo: “Quiero aclarar que no tengo acceso a armas de fuego, ni tampoco tengo intenciones de realizar una acción como la descrita en la amenaza”.

La transformación

El cumpleaños que Renato celebró en marzo pasado fue el séptimo en que estuvo sin su madre. Ella falleció por una metástasis hepática a raíz de un cáncer vesicular en noviembre del 2015: cuando su hijo sólo tenía 11 años. Su rendimiento escolar evidenció esa pérdida: sólo una vez volvió a tener un promedio final sobre 5 y pasó por cuatro colegios, incluido el Benjamín Franklin.

Según su abogado defensor, Jaime Valenzuela, el padre de Renato lo llevó al psicólogo cuando perdió a su madre. Fue ahí donde le detectaron un trastorno ansioso y un posible síndrome de Asperger.

La muerte de ella lo volvió una persona más introvertida, con falta de control de impulsos, aunque “nada grave”, indica el abogado. “A eso podría, además, sumarse otra condición psiquiátrica, ya más compleja, como es la esquizofrenia. Aunque eso no está confirmado”, asegura Valenzuela, quien explica que el caso de Renato tiene tres grandes aristas que se fueron sumando a lo largo del tiempo.

La primera fue el fallecimiento de su madre. La segunda es el “desagrado profundo” que siente Renato no sólo por el alumnado del colegio, sino también por los profesores que, sostiene, no son capaces de controlar “la situación desbordada” que ahí se vive: “Su hermana es víctima de bullying por parte de los alumnos. Para él, los profesores son cómplices de lo que ocurre al interior del colegio”, indica su defensor.

Contrastando eso, la alcaldesa de Quinta Normal, Karina Delfino, añade que “nosotros no hemos sabido que él haya sufrido bullying en el establecimiento”.

El tercer factor decisivo, según el mismo profesional, es que Renato es parte de una generación que en primero medio encaró el estallido social, mientras que en segundo y tercer año medio estuvieron encerrados, sin clases presenciales, por la pandemia del Covid-19.

Leonardo Navarrete, profesor de Electrónica, Electricidad y Telecomunicaciones del liceo coincide con ese análisis: “Nosotros vimos alumnos que antes del estallido eran niñitos. Ahora ya son grandes, maduros, barbones. Perdieron harto en relación a sus clases”.

Fue en este período de pandemia y aislamiento en el cual Renato se refugió en el videojuego Call of Duty: una franquicia norteamericana basada en conflictos bélicos. Si bien lo jugaba desde pequeño en su PlayStation, durante la pandemia se apoderó de buena parte de su día.

”Él estuvo encerrado dos años completos desde que era menor de edad, los 16 años. Entonces, al parecer los videojuegos hicieron que él tuviera una idea fantasiosa. Eso, mezclado con su condición psicológica, finaliza en esta amenaza”, dice Jaime Valenzuela.

Esta “fantasía”, insiste el abogado, se evidencia al revisar los grupos de WhatsApp que encontraron en el celular. Por ejemplo, en “Los desgraciaos”, se hallaron conversaciones sobre armas. No obstante, las imágenes que compartían serían sacadas de Google. En otro, “Los machucaos”, se encontró un enlace para comprar una pistola Glock 9mm en la tienda de armamento y caza target.cl. Todos los participantes de estos grupos, indica Valenzuela, son menores de edad.

A través de un mensaje de WhatsApp, el padre de Renato aclara que si bien el año 2019 su hijo contó con apoyo psicológico y psicopedagógico en el liceo, tuvo que suspenderlo por su déficit atencional, hiperactividad y la pandemia: “No se pudo llegar a más, ni siquiera vía online”, se lamenta.

El video de Renato inició una ola de amenazas de masacre en varias comunas del país. Se supo de casos en San Bernardo, Concepción y Valdivia. Por eso, en la PDI, hablan que el del Benjamín Franklin es el “caso cero”. El problema es que las denuncias no terminan ahí. Las de maltrato psicológico o físico entre estudiantes han aumentado este año con relación al período 2018-2019: mientras que en ese lapso hubo, en promedio, 554 denuncias de este tipo, para 2022 ya hay 870 casos. Un alza de un 57%, según cifras que aportó la Superintendencia de Educación.

Para el ministro de Educación, Marco Antonio Ávila, las amenazas de cualquier tipo “son una preocupación siempre”. Y en cuanto a la salud mental, pondera que “el aislamiento y distanciamiento” en la pandemia “provocaron un deterioro en la salud mental, en el entendido de que se generaron sentimientos mayoritariamente de angustia, de soledad, de tristeza, que en el minuto en el que comienza la vuelta a clases, eso claramente se empieza a poner en juego”.

Por su lado, Jaime Romero, director de educación de Quinta Normal, afirma que en la municipalidad han visto un “desaprendizaje” en cuanto a la convivencia en grupo. Se ve, explica, cuando los alumnos tienen que compartir espacios reducidos o esperar el turno para ir al baño. Eso, asegura el psicólogo Pablo Valdivieso, académico de la Universidad de Chile y especialista en convivencia escolar, tiene que ver con que la pandemia debilitó la interacción humana: “Era solo con la pantalla y eso debilita las competencias sociales”.

Sea o no un factor que explique su conducta, Renato encara un proceso judicial por el delito que confesó haber cometido. Por un lado, la defensa indica que la situación de salud mental de Renato, junto con su corta edad y su irreprochable conducta anterior, harían que sea inviable la pena que arriesga: presidio menor en su grado mínimo. De 61 a 541 días. “Pero, en términos reales, claramente esto no tiene un correlato en relación con la gravedad de los antecedentes”, dijo el fiscal Cabrera.

No es la única duda sobre su futuro. Luego de que le dieran la cautelar de arresto domiciliario y arraigo nacional, el juez del caso ofició al Mineduc para encontrarle un colegio donde pueda terminar IV Medio: días antes su matrícula en el Benjamín Franklin fue cancelada. El argumento fue sus las amenazas son una falta grave al manual de convivencia escolar.

”Espero que le vaya bien. O sea, eso para todos, para todos los estudiantes que pudieran estar en una situación complicada. Eso es lo que intentamos” dice la directora del colegio, Angélica Olivares.

El padre de Renato no cree lo mismo: “Mi hijo no se sentirá bien con esto. Creo que ningún niño que pase por estas circunstancias estará bien”.

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