Jóvenes y un futuro con interrogantes
Enero 6, 2021
Captura de pantalla 2016-10-13 a las 10.55.42 a.m.Publicado el 6 enero, 2021

José Joaquín Brunner: Jóvenes y un futuro con interrogantes

Llama la atención que el tópico del crecimiento de la economía no aparezca en primer lugar dentro de las preocupaciones y prioridades de la discusión pública, siendo que constituye el factor más decisivo para responder a las demandas de una juventud educada, técnica y profesional que está ingresando masiva y continuamente a la aún estrecha estructura de oportunidades y satisfacciones de la sociedad.

En medio de los vaivenes cotidianos de la política chilena, y los múltiples presagios sobre lo que sucederá o no durante 2021, conviene detenerse un momento para observar cómo los jóvenes perciben al país y qué opinan del futuro inmediato. En realidad, es desde una visión de este grupo de personas —entre 18 y 29 años de edad; unas 3,3 millones— que mejor puede proyectarse a la sociedad y ésta entenderse a sí misma en su evolución.

De hecho, la presencia de este segmento etario, en sus diversos niveles socioeconómicos, fue decisiva también en la protesta social masiva de 2019 como argumento en un artículo académico. Desde entonces ha resultado determinante asimismo —y lo seguirá siendo— para la forma como la sociedad chilena responde frente al Covid-19. En efecto, igual que en otros países, tanto de América Latina como de Europa y en EEUU, este grupo cumple esa función clave debido a su mayor resistencia a soportar extendidos periodos de confinamiento, su más frecuente participación en ocasiones de sociabilidad compartida y su menor temor relativo frente a los riesgos del contagio.

Una reciente encuesta de la UDP y Feedback, aplicada el mes pasado a jóvenes de 18 a 29 años en las comunas de la Región Metropolitana, de Valparaíso y del Bio Bio, ofrece interesante información sobre su estado de ánimo, percepciones y comprensión del momento que vive nuestro país. Además, esta encuesta posee la ventaja de venir realizándose desde el año 2009, lo cual permite establecer algunos interesantes contrastes.

Educación

Lo primero que llama la atención en este segmento joven es su alto nivel de escolarización. Según información oficial de la CASEN-2017, en la población de 18 a 29 años de edad, 51% posee estudios superiores completos (17,9%) o incompletos (33,2%). Y 43% educación media completa (33,9%) o incompleta (8,9%). Solo un 6% en esta generación posee educación primaria completa o menos, en comparación con 49% entre las personas de 60 años o más. Esto se corresponde con el explosivo crecimiento de la matrícula  de educación terciaria, cuya tasa bruta supera el umbral de la universalización (50%) el año 2006 y, a partir del año 2014, se sitúa por encima del 80% para ascender hasta una tasa de 90% el año 2018.

Lo anterior conlleva que anualmente se gradúan o titulan más de 200 mil jóvenes técnicos superiores y profesionales que de inmediato entran al mercado laboral buscando iniciar una trayectoria que para muchos, sobre todo en los años anteriores a 2019, prometía mejores ingresos, reconocimiento de un status social, autonomía en el trabajo y un estilo de vida y consumo conforme con los patrones típicos de las antiguas clases medios de la sociedad. Un potente imaginario social de movilidad fue uno de los resultados de la rápida expansión educacional en nuestro país.

Expectativas

A pesar de las dificultades por las que atraviesa el país, y de la explosión de emociones negativas que sacudió a la sociedad en octubre de 2019 movilizada por aquel segmento etario de jóvenes y adultos jóvenes hasta 39 años, un 68% de los jóvenes encuestados por UDP y Feedback  declara estar “muy de acuerdo” y “de acuerdo” con la afirmación “lo más probable es que yo llegue a tener una mejor situación económica que la de mis padres”; un 72% con la frase “lo más probable es que mis hijos lleguen a tener una mejor situación económica que la mía” y un 77% con la aseveración “actualmente dispongo de mayores comodidades que las que tenía cuando niño”. Persisten, pues, paradojalmente, unas infladas expectativas, semejante a aquellas que hace un año nos llevaron al borde del precipicio, precisamente por no estar la sociedad en condiciones de satisfacerlas o administrar su postergación.

Sin embargo, hay ahora una menor intensidad en las expectativas; ellas caen significativamente, durante los últimos doce meses, entre diciembre de 2019 y de 2020, en todos niveles socioeconómicos del grupo etario de 18 a 29 años. Así, quienes están “muy de acuerdo” con la afirmación “lo más probable es que yo llegue a tener una mejor situación económica que la de mis padres” disminuyen de 71% a 36% entre la población juvenil pobre; en la clase media,  de 69% a 42%; en la clase media típica de 68% a 38%, y en la clase media alta de 56% a 53%. En promedio el grado de intensidad cae 28 puntos porcentuales, de 69% a 41%. Lo mismo sucede con quienes se hallan “muy de acuerdo” con la probabilidad de que sus hijos lleguen a tener una mejor situación económica que la propia, que pasan de 81% a 46% en promedio, particularmente entre los jóvenes pobres (87% a 53%) y de clase media baja (de 85% a 42%). Luego, hay un número importante de jóvenes que ahora están “de acuerdo” con la previsión de un futuro mejor, pero no con la misma seguridad (“muy de acuerdo”) o entusiasmo que antes, cuando parecía que Chile había despertado.

Si aceptamos la idea de que un motivo principal tras las protestas fue justamente la frustración de expectativas entre estudiantes de educación superior, jóvenes que abandonaban esos estudios, y aquellos que graduándose como técnicos superiores o profesionales encontraban dificultades de insertarse en el mercado laboral en términos de ocupación, ingresos, status, oportunidades de vida y experiencias imaginadas, resulta evidente que permanece un riesgo latente similar o incluso mayor de frustración y protesta, pues las expectativas se mantienen relativamente altas, aunque menos intensas, pero frente a un cuadro de condiciones para su satisfacción que se ha deteriorado dramáticamente. Llama la atención, por lo mismo, que el tópico del crecimiento de la economía no aparezca en primer lugar dentro de las preocupaciones y prioridades de la discusión pública, siendo que constituye el factor más decisivo para responder a las demandas de una juventud educada, técnica y profesional que está ingresando masiva y continuamente a la aún estrecha estructura de oportunidades  y satisfacciones de la sociedad.

Participación política

Agréguese a esto el hecho de que las prácticas de participación política del grupo joven encuestado se han mantenido en un nivel alto, respecto al año pasado, e incomparablemente superiores al existente una década atrás.

Efectivamente, un 64% de las personas jóvenes encuestadas declara haber expresado su opinión a través de las redes sociales en 2019 y un 67% en 2020 frente apenas a un 25% en 2009. A su turno, la participación en manifestaciones en la vía pública descendió solo unos modestos siete puntos porcentuales entre 2019 y 2020 (de 61% a 54%), en comparación con una cifra de 15% en 2009. Asimismo, un 81% de los jóvenes encuestados declara haber participado en el plebiscito del 25 de octubre pasado, fluctuando entre un 77% en el caso de los jóvenes pobres y 92% de aquellos de clase media alta. Un 75% expresa que es probable vote en la próxima elección para elegir a los miembros de la convención constituyente que se realizará el 11 de abril próximo.

Hay, pues, un grado importante y sostenido de politización de la población joven, lo que refuerza la anterior observación de riesgo respecto a un nuevo ciclo de frustración de expectativas a la salida de la pandemia y del momento constitucional que vivirá nuestra sociedad a lo largo del presente año. De hecho, un porcentaje mayoritario —53% en promedio y 49% y 58%, respectivamente, entre jóvenes pobres y de clase media alta— manifiesta tener “alta confianza” en que la Convención Constituyente abordará los problemas más urgentes del país. Las mayores menciones espontáneas respecto de cuáles son esos problemas según los diferentes estratos socioeconómicos de jóvenes encuestados es la reforma del sistema de pensiones y modificar el sistema AFP entre jóvenes de la clase media baja y pobres; mejorar la educación, gratuidad y acceso entre la clase media típica, pobres y clase media alta; mejorar el sistema de salud pública entre jóvenes pobres y de clase media baja, y garantizar derechos básicos (educación, salud, vivienda, trabajo) entre clase media alta, clase media típica y jóvenes pobres.

Como puede observarse, las demandas y expectativas respecto de una nueva Constitución apuntan derechamente al Estado y las políticas públicas y suponen, invariablemente, un  mayor gasto público, lo cual confirma la necesidad de traducir esos anhelos en términos de una economía política que haga posible el crecimiento. De lo contrario, se hallan reunidas todas las condiciones para que en el futuro se responda a un nuevo estallido, o frente a nuevas circunstancias de frustración, resentimiento y violencia, con medidas extremas de corte populista o autoritario.

Orientaciones

En general, los jóvenes encuestados, al identificar su posición política en una escala de 1 a 10, donde 1 significa “que tu posición política está completamente a la izquierda” y 10 significa “que tu posición política está completamente a la derecha”, se ubican un 36% a la izquierda (1 a 4), 32% al centro (5 y 6) y 10% a la derecha (7 a 10); un 23% no sabe o no responde. Independiente de su posición política, solo un 4% aprueba la forma como el presidente Sebastián Piñera está conduciendo el gobierno, un punto porcentual menos, incluso, que en 2019.

El distanciamiento político respecto del gobierno se combina, adicionalmente, con una fuerte caída de la confianza de los jóvenes en las instituciones, como muestra  la siguiente Tabla que compara el porcentaje de encuestados que dice tener “ mucha” o “bastante” confianza en las instituciones que se indica.

Confianza en instituciones de la sociedad, 2009 y 2020

2009 2020
Medios de comunicación 60 8
Carabineros de Chile 57 14
Fuerzas Armadas 44 19
Municipalidad de su comuna 42 25
Iglesia católica 35 6
Gobierno 27 4
Tribunales de justicia 26 11
Grandes empresas 19 10
Parlamentarios de su distrito 9 4
Partidos políticos 6 3

Información

Así como los jóvenes cuya generación describimos en este artículo de la mano de datos recientes es la más escolarizada de la historia del país, también es la más altamente conectada e intercomunicada, a pesar de las reglas del confinamiento y las ordenanzas sanitarias aplicadas en todo el territorio. Según muestra la encuesta UDP y Feedback, los miembros de esta generación (18 a 29 años) declaran estar universalmente o masivamente registrados en los siguientes sitios de internet o aplicaciones y dedicarles el tiempo diario indicado entre paréntesis: WhatsApp 98% (4,6 horas), Instagram 89% (3,4), Facebook 87% (3,1), YouTube 81% (3,0) y Twitter 38% (2,5). Entre estos medios, la mayor confianza de los jóvenes reside en las redes sociales, portales de internet distintos de los diarios, blogs en internet y diarios o revistas en internet. La TV abierta y por cable, radios y diarios impresos obtienen una bajísima puntuación. Es efectivo, entonces, que estamos ante una generación que vive en un medio ambiente ajeno a la de las anteriores generaciones (la mía incluida), lo cual tiene efectos no sólo sobre sus modalidades de información sino, más allá, en la forma cómo aprende, se comunica, participa en la política, habita las ciudades e interactúa con los fenómenos globales (las protestas entre otros).

Conclusión

2021 se inaugura entre temores, esperanzas, incertidumbres e intensas fricciones de poder. Las nuevas generaciones, tanto el segmento etario de 18 a 29 años, como el otro de jóvenes adultos entre 30 y 40 años, adquieren y tendrán una presencia cada vez más incidente en la evolución de nuestra sociedad. Sin duda, poseen enormes expectativas fraguadas a partir de 1990, especialmente ligadas a la revolución educacional y a la revolución digital de las cuales son hijas e hijos. Su encuentro con las estructuras sociales de oportunidades, satisfacciones, beneficios y reconocimientos se halla puesto en tensión porque las promesas imaginadas y las movilidades demandadas no produjeron las respuestas esperadas.

Las protestas de octubre de 2019 —en su vertiente pacífica, masiva y de cuestionamientos generalizados— fueron una expresión de dicha tensión. El año que comienza tendrá que hacerse cargo de esta misma tensión en un estadio distinto y con mayores restricciones aún. El momento constitucional y el recambio de autoridades políticas en todos los niveles del Estado serán parte de ese proceso de mutuas adaptaciones entre expectativas y satisfacciones.

Pero si falta el otro elemento, el más fundamental, una economía capaz de producir más en todos los ámbitos, y ser más productiva en cada uno de ellos, de manera de acomodar a las nuevas generaciones dentro de estructuras de oportunidades, participación y distribución de beneficios suficientemente amplias, es difícil que la sociedad resista una segunda ola de frustraciones y un nuevo estallido postpandemia.

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