La educación como bien de consumo
Julio 21, 2011

Interesantes ecos ha tenido la afirmación del Presidente Piñera sobre la educación como bien de consumo, que luego el mismo trato de aclarar y que ha tenido un coro de analisis provenientes de voces académicas y politicas. A continuación la información tal como se muestra en España y mas abajo voces polifónicas compitiendo en agudeza e ironía.
Piñera califica la educación de “bien de consumo” y desata las iras de los estudiantes
Americaeconomica.com, Madrid 20 de julio de 2011
http://www.americaeconomica.com/index.php?noticia=10845&name=POLÍTICA
Es ampliamente conocido que Sebastián Piñera, el presidente conservador de Chile, proviene del mundo empresarial y que sus detractores le acusan de llevar las riendas del Gobierno del país como si de una empresa privada se tratara. Lo que ha sorprendido y saltado a las primeras planas de todos los medios, en pleno conflicto con los estudiantes, que reclaman una mejora del sistema educativo y que han conseguido incluso que se apartara el ministro del ramo, Joaquín Lavín, es que Piñera calificara a la educación como “bien de consumo”. Una metedura de pata que ha provocado las iras de los estudiantes en las redes sociales y que ahonda aún más en el conflicto abierto.
“Requerimos, en esta sociedad moderna, una mucho mayor interconexión entre el mundo de la educación y el mundo de la empresa, porque la educación cumple un doble propósito: es un bien de consumo”, fueron las palabras exactas del presidente, que inmediatamente provocaron una miríada de comentarios y protestas en las redes sociales, como Twitter o Facebook.
Inmediatamente, consciente de la tormenta que se podía desatar, Piñera ha intentado arreglar las cosas. “Nunca he visto la educación como un instrumento, sino que la veo como un fin en sí mismo. Es un instrumento para potenciar nuestras capacidades y habilidades productivas, y es un fin en sí mismo para permitirnos una plena y mejor realización como personas”, ha declarado a los medios, el mismo día de sus polémicas declaraciones.
Mientras, la oposición reclama a Piñera que inicie una reforma tributaria que permita financiar adecuadamente la educación en Chile. El sistema educativo chileno ha sido heredado por la democracia de la dictadura de Augusto Pinochet y mantiene unas elevadas tasas que impiden a los estudiantes con menos recursos acceder a la educación superior. Si lo hacen, deben soportar varios años de alto endeudamiento para poder pagar sus estudios. Además, quieren que el sistema deje de estar bajo control de los municipios y quede bajo el paraguas del Estado.
Piñera, hostigado por las protestas, prometió un fondo de 4.000 millones de dólares para mejorar la educación y un aumento de las becas, algo que los estudiantes han rechazado ya que consideran que la propuesta no afecta al modelo de base. Reclaman que el propio sistema educativo sea reformado por entero. Tras varias protestas y el endurecimiento del conflicto, en su última reforma ministerial Piñera ha retirado a Joaquín Lavín, el impopular ministro de Educación, de su cartera y lo ha trasferido a Planificación, después de que su aceptación ciudadana cayera un 24%.


Soy un bien de consumo
Cristian Warnken, El Mercurio, 21 de julio de 2011
El Presidente dijo -hace dos días- en una ceremonia académica: “La educación es un bien de consumo”. El nuevo vocero de Gobierno salió inmediatamente a aclarar lo que el Presidente habría querido decir con sus palabras, pero su aclaración fue demasiado larga y poco clara como para convencer a nadie de que en realidad el Presidente no había dicho lo que había dicho. En este caso, no creo que estemos ante un lapsus o una frase sacada de contexto. Y si fue un lapsus, lo fue tal como lo entendían Freud y los psicoanalistas: como la irrupción de un contenido latente o reprimido. Lo que afirmó le salió de lo más hondo de su inconsciente, de su ser más profundo.
En su trayectoria empresarial y como inversionista, el Presidente ha tenido que ver la re
alidad y apropiarse de ella siempre en términos de ganancia o pérdida económicas. Esa manera de ver el mundo le dio muy buenos resultados en el ámbito de los negocios, donde esas categorías son pertinentes y necesarias. Pero en otras esferas esas mismas categorías pueden volverse no sólo inoperantes o distorsionadoras, sino aberrantes e insolentes, sobre todo en un país como este, que se ha construido desde una educación pensada por humanistas de la talla de Andrés Bello o del gran Jorge Millas. No todo puede ser reducido a variables puramente económicas. Hay dimensiones humanas en las que todavía impera la gratuidad y no campea el pensar calculante. Y digo todavía, porque los nuevos materialistas, los reduccionistas económicos, a estas alturas sienten que todo, absolutamente todo, puede ser un “bien de consumo”, un “insumo”, una “inversión” o un commodity .
Así como los marxistas de viejo cuño creyeron entender al hombre y la sociedad con las simplistas categorías de “lucha de clases”, “burguesía” y “proletariado”, este nuevo fundamentalismo económico nos va a llevar al despeñadero al que siempre terminan por llevar las teorías explicativas reductivistas, convertidas en verdades y aplicadas mecánicamente y con fervor mesiánico en todos los ámbitos del quehacer humano. Marx y Friedman fueron intelectuales brillantes de su tiempo, pero sus discípulos suelen ser peligrosísimos: coinciden en el mismo tipo de violencia teórica que le infligen a la realidad humana, al hacer calzar -a la fuerza y al costo que sea- todo, absolutamente todo, dentro de sus matrices interpretativas, convertidas en las nuevas tablas de la ley.
Lo que el Presidente dijo o no quiso decir me sumió en una honda perplejidad. Soy profesor hace varias décadas; e rgo -desde su punto de vista-, yo también soy un bien de consumo. ¿Y el amor al conocimiento, la pasión por enseñar que comparto con miles de profesores anónimos que han escogido esta profesión, son entonces una inversión o un commodity ?”. Entonces, Gabriela Mistral con su “La oración de la maestra”, y Aristóteles, Sócrates, Abelardo, Jesús y todos los grandes maestros de Occidente, ¿se equivocaron al pensar que estaban trabajando con almas, con seres y no con bienes transables en el mercado? ¿Fue una ilusa Gabriela Mistral cuando dijo: “Como los niños no son mercancías, es vergonzoso regatear el tiempo en la escuela; pertenecemos a la escuela en todo momento que ella nos necesite”? ¿Se dilapida, se pierde el tiempo en educación cuando se piensa así? ¿Cuánto vale “El sermón de la montaña”? ¿Y cuánto la “Apología de Sócrates”?
Los dichos del Presidente me hicieron recordar las aprensiones del poeta Ezra Pound, quien, alertado por el efecto devastador que puede tener la usura en nuestra civilización, dijo en su Cantar XLV: Con usura “ninguna pintura está hecha para durar o vivir en ella, sino sólo para venderse,/ venderse con avidez (…)./ Piero de la Francesca fue ajeno a la usura (…)./ La usura trae herrumbre al cincel,/ enmohece al artesano y su oficio,/ corroe el hilo del telar”. ¿Cuánto valen hoy estos lúcidos versos de Pound?
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Piñera de consumo
JUAN GUILLERMO TEJEDA, Arista visual. Académico de la Universidad de Chile, El Mosyrador, 21 de julio 2011
http://www.elmostrador.cl/opinion/2011/07/21/pinera-de-consumo/
Si la educación es un bien de consumo, no puede uno en verdad entender qué pueda ser la educación pública. ¿Se consume lo público? No. Lo público se usa, se goza, se comparte, está allí para todos. Lo privado cambia de dueño mediante transacciones de mercado. Las empresas producen bienes de consumo y los clientes o consumidores consumen esos bienes, por ejemplo un chocolito, un suéter, un auto.
Los bienes de consumo van soltando un chorrito de lucro cada vez que pasan de mano en mano y finalmente se gastan hasta que el auto o el suéter ya no dan más, y el chorrito de lucro es cada vez más débil.
Piñera es un bien de consumo que se cotiza en los rankings internacionales de las mayores fortunas latinoamericanas, y está siempre en el fascinante top algo de los cien primeros o diez primeros o mil primeros. En esos sitiales el chorro de lucro es fuertón y mareante. El Palacio de La Moneda es para él un bien de consumo o una pieza de leasing, aunque al pasear por el patio de los naranjos debe pensar el hombre: ¿dónde está aquí el lucro?
En la cabeza de Lavín, es decir en su interior, debajo del peinado de niño mateo, la educación pública está en una vaga zona de infiernos cerebrales, junto al pueblo unido, los pobres alzados, los estudiantes marchando por la Alameda y los bigotes de los profesores laicos, todo aquel horror. Ese cerebro, después de haber conocido de manera tan brusca a los universitarios y secundarios, se va ahora a Mideplan a estar con los pobres, pero no con los alzados sino con los del subsidio y la ayuda para que sigan siendo pobres.
El nuevo ministro Bulnes, que es nieto del Marqués Bulnes, o sea don Pancho Bulnes, que fue senador como diecisiete períodos sucesivos y se opuso a Allende sin estridencia, con cierta elegancia de caballero de toda la vida, es el nuevo ministro de Educación. A los Bulnes el lucro no les importa mucho porque habitan una zona de por sí lucrosa, donde no se perciben los flujos ordinarios de Sebastián, que es en ese sentido un recién llegado y mira todo el rato en una pantalla de su computador y en su blackberry los precios de las acciones.
En esa pantalla sólo aparecen las universidades privadas y los colegios de curas, que como son bienes de consumo suben y bajan en la bolsa, pero en esa pantalla no se ve nada de las universidades públicas o estatales o de los colegios públicos donde los niños van con overol y se sientan en sillitas roídas de melamina.
Ahora en algunos países hay una cosa que se llama la huella de carbono, que mide lo que uno contamina con su auto, su calefacción, sus cosas, y mientras más alta sea la huella más hay que pagar. Pero también hay una huella de lucro, o una huella de consumo, o una huella de falta de humanidad al considerar que algo tan relevante como la educación se puede convertir en bien de consumo. La educación que con sus actos me dio mi padre no sé cómo se llega a considerar un bien de consumo. No entiendo qué es lo comprable o lo vendible del modo como el medio le enseña a los más jóvenes de qué modo asentir y de qué modo disentir, como adaptarse a la manada y a la vez cómo seguir siendo cada cual lo que realmente es.
La educación, en nuestro país, es un asco que refleja el asco moral de los segmentadores sociales, de los depredadores universitarios, de las viejas cuicas que piensan que el mundo debe estar al servicio de ellas y de las estrechísimas ideas que habitan en sus mentes carcomidas por la pequeñez. En ese asco el lucro es el rey, y es ese el asco de consumo el que nuestro Presidente nos quiere vender o comprar como un bien.
Piñera es el desatinado Presidente de consumo para una sociedad de consumo en un país de consumo con educación de consumo, y es todo eso lo que los estudiantes quieren barrer con sus manifestaciones. Ojalá que lo barran.
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La habitación de los espejos y la educación como consumo
POR JORGE INZUNZA, El Quinto Poder, 20 de julio de 2011
http://www.elquintopoder.cl/fdd/web/educacion/opinion/-/blogs/la-habitacion-de-los-espejos-y-la-educacion-como-consumo
Se entretuvo dentro de la habitación de los espejos con una moneda. Entre sus manos regordetas, la moneda se deslizaba para jugar a distorsionar sus formas y tamaños. Cuando esta se hacía gigante, sus ojos se hacían enormes y se dibujaba un anuncio de sonrisa en la comisura de sus labios. Puso la moneda sobre la uña de su pulgar derecho, y con fuerza la impulso para que girara. Brillaba en un giro en cámara lenta como dando latigazos al espacio oscuro. Crecía para luego hacerse pequeña. Si hubiera podido elegir, la hubiera dejado inmóvil en la posición en que ella era gigante.
 
Había entrado con la sola intención de imaginar su moneda crecer. Al salir de aquella habitación podría pensar en el poder de compra real. Residente diría que tal vez podría comprar una bala, ya que son más baratas que los condones, mientras algún Presidente diría que podría comprar educación, porque es un bien de consumo. Tal vez el mismo Presidente diría que no sólo es un bien de consumo, sino que un bien de inversión, porque podría entregar esa moneda a un empresario que podría formar un negocio educacional para que otros compren los bienes que se producen allí.
 
Consumir. Quizás cuando las autoridades hablan de consumo se refieren a la segunda acepción de la Real Academia Española: “Utilizar comestibles u otros bienes para satisfacer necesidades o deseos”. Sin embargo, no se puede ignorar la potencia de la primera acepción: “Destruir, extinguir”. Cuando se consume algo se destruye, algo se extingue, y no solo eso podemos deducir que podemos identificar a un agente que perpetra el acto de la destrucción o extinción.
 
Entonces, ¿qué sería consumir educación? He aquí una contradicción, ya que las filosofías detrás de la educación han tendido a compartir que la educación es más bien la construcción, que puede darse a través del conflicto y la destrucción de estructuras cognitivas, pero es un acto creativo en esencia. Si el consumo como ideología socio-política supone la destrucción, podríamos decir que consumo y educación son dos polos opuestos, podríamos decir incluso que prácticamente antónimos.
 
Si “consumir” un libro es extinguirlo, si “consumir” un profesor es destruirlo, entonces algo no calza bien en esta filosofía de libre mercado en educación. Los hechos lo demuestran. La inserción de Chile en la anti-regulación educacional significó un incentivo a la destrucción las escuelas y universidades públicas en todas sus dimensiones (infraestructura, condiciones laborales, violación de la autonomía, etc.). Y este es un componente ideológico, no es una elección meramente gerencial o de buen gobierno. Las políticas educacionales chilenas se encuentran encerradas en la habitación de los espejos, la cual ha posicionado el valor del dinero como la pieza central que debiese mover al sistema. Por eso es que se utiliza con tanta recurrencia la imagen de que las familias “eligen con los pies”, yéndose al sistema escolar privado. Si el Estado de Chile no apuesta, como es el deber de todos los Estados, por la educación de todos y todas (la pública), entonces es normal que las familias se defiendan privadamente ante la ausencia de proyecto.
 
La invitación, por lo tanto, es a recuperar el espíritu educativo del Estado. No de cualquier Estado, sino de un Estado que sea capaz de reconocer y defender los derechos comunes, no los derechos de unos pocos. Educar es construir públicamente.
 
En la habitación de los espejos ha entrado la protesta.
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