¿Es el nihilismo lo que está detrás de los actos terroristas de París?
Noviembre 22, 2015

EBATE Opinan cinco académicos: ¿Es el nihilismo lo que está detrás de los actos terroristas de París?

Preguntamos a un grupo de expertos sobre el móvil que habría en los terroristas que actuaron el viernes 13 de noviembre.  

José Joaquín Brunner: “No son nihilistas quienes asesinan y se autodestruyen por fanatismo ideológico”

Somos prisioneros de nuestras propias palabras, las de otros que participan en la esfera pública y de aquellas que circulan en los medios de comunicación. Las usamos e interpretamos para entender los fenómenos que conmueven al mundo y -en ocasiones como la presente- amenazan con trastocar nuestros mapas cognitivos. Al final del día, el lenguaje es poder. Un frágil medio de la razón que otras palabras, aquellas de los profetas armados, puede ahogar o destruir.

En estos días, a propósito de los ataques en París, se repiten varias fórmulas (clichés): “nihilismo terrorista”, “choque de civilizaciones”, “decadencia del imperio Europeo”. Frases todas, me temo, equivocadas.

No son nihilistas quienes asesinan y se autodestruyen por fanatismo ideológico. Están cegados por la luz, no por el vacío. No son terroristas individuales del siglo 19 como los de Dostoyevski o Conrad; más bien, forman un proto-Estado transnacional dispuesto a usar todos los medios de lucha: el terror yihadista, las decapitaciones, las redes sociales, la metralla contra jóvenes apacibles o la dinamita contra el patrimonio histórico de Mosul.

Tampoco hay un choque de civilizaciones entre las huestes de dioses antagónicos. Cristianismo e islamismo son ambas religiones de la misericordia. Quienes luchan en el desierto o emergen desde las sombras de Molenbeek, en Bélgica, son militantes-militares alienados por una utopía mortífera. Igual como los hubo en el pasado agrupados tras las banderas de la guerra santa de la cristiandad, o hace menos de un siglo, con los constructores de los campos de concentración en el país de filósofos y poetas o bien en la patria revolucionaria de lo soviets donde la pasión de una ideología perfectamente secular destruyó los sueños y las vidas de varias generaciones.

Por último, hay que rechazar la perversa idea de ciertos círculos conservadores según la cual Europa sufre por autocomplaciente y decadente -v. gr., el nihilismo (cinismo) de su cultura posmoderna-, cuando justamente es esta cultura la que se busca liquidar con las armas del terror: la democracia, el pluralismo, la diversidad, las libertades individuales, el racionalismo científico-técnico, la reflexión crítica y unas tradiciones religiosas que pugnan por mantener en alto los ideales del humanismo. Pero además, también, otras razones del bien vivir que el escritor inglés Ian McEwan ha sintetizado de manera literaria: “El culto a la muerte escogió bien su ciudad: París, capital laica del mundo, la metrópoli más hospitalaria, diversa y cautivadora que jamás haya existido. Y el culto a la muerte escogió sus objetivos en la ciudad con una precisión macabra e incriminatoria; tenían ahí delante todo lo que aborrecían, en esa alegre noche de viernes: hombres y mujeres relacionándose tranquilamente; vino, libertad de expresión, risas, tolerancia, música… rock y blues salvajes y satíricos”.

Académico UDP.

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